jueves, marzo 30, 2006

Pensar en Israel VI


Llamé a a los dos psiquiatras, tal como estaba planeado. Uno de ellos, argentino, estaba instalado en Ramat Gan, ciudad que bordea Tel Aviv. Ruth me llevó en auto, y me esperó en un café de las cercanías.

Curiosamente, siendo argentino, la entrevista no me resultó fácil.
Me pareció que no entendió bien que era lo que yo perseguía con el traslado, ya que un poco estúpidamente para mi gusto, concluyó que las pastillas son iguales en Israel, en Argentina, o en la China, no percatándose, supongo, de que yo apostaba a un cambio de entorno y no de pastillas.
No tuve ganas de intentar que me entendiese.
Él vería a Marisa, y la trataría si él consideraba que podría ser para ella el terapeuta adecuado. Me despedí, con la promesa de llamarlo, en caso de que el traslado se concretara.
Al día siguiente, debía ver al psiquiatra de la calle Arlozoroff, a las 16 horas.
Con la experiencia del día anterior, me resultaba difícil encarar esta otra entrevista. Decidí ir por la mañana al Museo de Arte de Tel Aviv como para balancear un poco las cosas. El Museo me relajaría cual sedante, y estaría más dispuesta para hablar de cosas que me afectaban.
Después de encontrarme en la entrada del Museo con Henry Moore (versión XL), recorrí las salas, di unas vueltas por la librería y por el shop, y salí con algo de tiempo como para caminar unas cuadras. Llegué al lugar en un taxi.
Se trataba de un psiquiatra israelí, así que no tuve más remedio que hablar en inglés, idioma en el que no tengo ni la fluidez, ni cuento con todo el espectro de sutilezas semánticas de las que uno puede disponer en la lengua materna (por lo menos en mi caso) especialmente para describir un cuadro psiquiátrico. No obstante en ese sentido, tuve menos problemas que con el psiquiatra argentino.
No estaba muy seguro, dijo, que una transferencia de tal magnitud resultara exitosa. Sin embargo pareció entender lo que yo esperaba, quería, pretendía en esta búsqueda un tanto compulsiva que me dominaba. Reconoció también que los imponderables pueden jugar un papel definitorio en cualquier búsqueda.
En principio, estaría dispuesto a tratar a Marisa tanto terapéutica como farmacológicamente, sin descartar alguna consulta con otro profesional.
Mi impresión fue buena, pero me dije a mi misma como para calmar mi ansiedad, que yo encontraría "lindo" a cualquier psiquiatra que demostrara escucharme y entenderme un poco.
Salí un poco más confortada que con la visita del día anterior.
A la mañana siguiente estaría de nuevo en la terminal de omnibus para viajar a Jerusalem, donde tenía que llamar a una psiquiatra argentina, tratar de verla y hablar con algunas personas que tenían que ver con otro aspecto de la cuestión: residencias o visas.
Una sola noche en Jerusalem y la vuelta al pago.