sábado, enero 06, 2007

Cerrado por Vacaciones

sábado, septiembre 23, 2006

Historias con psiquiatras III


"Porque no tengo esperanza de volver otra vez
porque no tengo esperanza
porque no tengo esperanza de volver......"
T.S. Eliot


La fiesta inolvidable III
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Carla, con sus jeans rotos y sus zapatillas gastadas en su consultorio, su pelo desordenado como quien ni siquiera tuviera la fuerza de pasarse un peine por la cabeza.
Finalmente decidió que no quería soportar más tanto dolor, tanto sufrimiento acumulado a través de los años.
Mientras tanto, para él la noche transcurría y se insertó en ella como pudo, ora tenía la sensación de que la música y las palabras le hacían añicos la cabeza y ora un silencio helado lo invadía como si todos estuvieran actuando en un escenario desconocido, en el que las bocas y los cuerpos se movían sin sonido alguno, a la manera de fantasmas enmascarados.
La madrugada comenzaba a horadar la noche. Sorpresivamente vió que eran las 5 de la mañana. Cómo pudo pasar tanto tiempo?
Su mujer le preguntó si quería quedarse o prefería irse.
-No está bien, vámonos.
Fueron a recoger sus abrigos, y salieron.
Comenzaba a amanecer y el desasosiego lo invadía. El valet parking le acercó el auto, hasta donde él estaba parado, como estacado.
La mañana estaba fresca. Casi todas las luces de la calle se habían apagado y una claridad tímida empezar a iluminarlas, aún desiertas. Esperaba que el día lo liberara, lo liberara no sabía bien de qué. Nunca una mañana fue tan amarga.
Dispersas gotas de rocío cabalgaban sobre las hojas de algunos árboles, confiriéndole al paisaje urbano el aspecto de una gran caja de cristal.
Mientras conducía se sorprendió del espectáculo, como si nunca hubiera visto la ciudad a esa hora, cuando está desperezándose. Qué bella era Buenos Aires! Sólo que uno no se da cuenta cuando la transita apurado y llena de gente.
A su lado, su mujer ajena a todas sus tribulaciones dormitaba.
El silencio ahora era real. Puso el pie en el acelerador y le gustó escuchar el rechinar de las ruedas sobre el pavimento, porque ese sonido tan banal y conocido, era la única certeza de que estaba vivo.
La belleza de la ciudad a esa hora inusual, y un cierto estado de emoción, después de la conmoción interna del primer momento, eran el único homenaje que podía hacerle a Carla.
La casa silenciosa, fue un regalo de la mañana. Su mujer se fue a dormir, y el se metió en la ducha, sin probar, como lo hacía habitualmente, si la temperatura del agua era la que él quería. No importaba. Ahora parecía que pocas cosas importaban.
Seguramente despues del café que tomaría en soledad en la cocina, se iba a sentir mejor.
Todo volvería a la normalidad. Por suerte, para él nada había cambiado. En el término de pocas horas, la vida volvería a ser la de antes.
Fin.


Historias con psiquiatras II


La fiesta inolvidable II
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Por suerte, no había nadie. Se apoyó contra una pared y en un movimiento involuntario sacó un pañuelo de su bolsillo, sin saber realmente por qué lo había sacado.

No podía ser que a esa mocosa de mierda se le hubiese ocurrido suicidarse justo esa noche.
Como si hubiera sabido que esa noche era especial para él, y hubiera querido joderlo...!

No, que idea peregrina!

Carla no sabía que esa noche era especial para él y quizás de haberlo sabido no lo habría hecho, porque ella lo quería, confiaba en él, en todo caso, él era el que la había abandonado .

Trató de serenarse y de poner en orden algunas ideas, unas pocas, nada más. Repasemos se dijo:
La había visto hacía una semana, le manifestó que estaba muy deprimida y la vió realmente muy deprimida.

Quizás debió internarla. Pero no.... estaba seguro que no se había descuidado, que no la había visto peor que otras veces.

Sus remanidos problemas, sus remanidas historias, acaso no se había sentido un poco harto de ella?

A pesar de todos los esfuerzos hechos durante años, no consiguió nunca que la estructura de sus ideas se movieran un ápice. Despues de todo, lo que ocurrió era previsible, o por lo menos estaba dentro de las posibilidades. Entonces...?

Por qué carajo tanta conmoción interna? Tampoco era la primera vez que le sucedía en tantos años de práctica de la psiquiatría, por qué hoy parecía todo diferente?

Sintió su camisa de "voile italiano" pegada a su cuerpo, y las gruesas gotas de transpiración que le bajaban desde el cuello hasta las piernas.

Hizo algo que nunca había hecho en un baño que no fuera el suyo, abrió el grifo y se mojó la cara. Sacó mecánicamente una hoja de papel y se secó. Tenía que volver a la mesa. Tenía que poner la cara de póker que tan bien sabía poner cuando las circunstancias lo demandaban. Hoy parecía costarle un poco más, pero tenía que volver. No se podía quedar en el baño.
-Como estás?
-Bien, bien...

Miró su reloj. La 1 AM.

Todas las horas que faltaban para irse! Sabía porque lo había charlado con su mujer, que la fiesta se extendería hasta las 5 o 6 de la mañana como mínimo, y que alrededor de esa hora se irían, aún cuando la gente más jóven se quedara hasta bien adentrada la mañana.
Tendría que disimular hasta entonces?

La música un tanto ruidosa, era buena, le impedía pensar, pero luego el ruido dió paso a una música lenta y cadenciosa, que aprovecharon los novios para bailar solos, en esa inmensa pista.

Era demasiado inteligente como para tragarse la píldora de que lo que estaba viendo en la pista era la condensación y augurio de la felicidad presente o futura. No significaba nada, lo sabía bien, aunque en su vida hiciera lo imposible para creer que era así. En realidad haber visto tanto dolor a través de los años, no le había servido de mucho. Ideológicamente no había girado un sólo grado.

De todos modos, y de eso no cabía la más mínima duda, lo de Carla era una tragedia.

Carla, Carla, volvió a su mente en forma recurrente, aunque tratara de olvidarla.
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Historias con psiquiatras I




La fiesta inolvidable I

Con mucha antelación le había avisado a su secretaria que debía dejarle libre la tarde de ese viernes . Esa noche era importante.
La hija de unos amigos se casaba y por supuesto no se lo iba a perder. Aprovechó la tarde para algunas cosas que tenía pendientes y oscureciendo apenas, llegó a su casa.
Se metió en el baño y luego comenzó a vestirse con sumo cuidado. El traje, la camisa, la corbata, los zapatos, la medias y todo lo que tuviera que ver con su atuendo ya estaba preparado de antemano. No había dejado nad librado al azar o a la improvisación. Por su parte, su mujer, hizo lo propio.
No era que le gustaran mucho las fiestas, pero le gustaba ser visto, claro, y esa noche, especialmente, aparecía como óptima para ser visto. El ocupaba un lugar en la sociedad y eso sí, le interesaba mantener a rajatabla.
Llegaron a la iglesia con tiempo. Se sentaron a esperar que empezase la ceremonia que transcurrió en una mezcla bien amalgamada de esplendor y sobriedad.
Saludos, apretones de manos, felicitaciones, caras conocidas y otras no tanto.
En realidad, era una suerte tener amigos tan ricos, y de alguna manera estar incluído en esa clase.
Llegaron al lugar de la fiesta. Un valet parking se hizo cargo de su auto y entraron. Escoltados por dos bellas mujeres llegaron hasta la que sería su mesa, el lugar donde con otros ocho conocidos o desconocidos, no lo sabía aún, harían esa travesía de placer, buen gusto y derroche de dinero.
Iban llegando. No conocía a ninguno. Ningún médico. Todos empresarios. Las presentaciones de rigor, y las conversaciones, intrascendentes, tambien de rigor.
Su cultura era bien vasta, lo que le permitía, sin problemas, abordar un amplio espectro de temas, pero en estas ocasiones, él lo sabía por experiencia, lo mejor era hablar de cosas banales, de las cosas lindas de la vida, del último viaje, del crucero por el Mar Negro, y de "como le va de bien a cada uno de los hijos", los que están en el país, y los que están fuera del pais..
Esto de poder conversar con "gente como uno", es sencillamente fantástico. No hay que cuidarse de nada, porque todo absolutamente todo lo que uno pueda decir, está bien visto.
Estaba cenando y festejando una broma bastante estúpida de uno de los comensales, cuando sintió vibrar su celular.
Era el médico que solía reemplazarlo cuando él no estaba:
-Qué pasa?
A boca de jarro y sin esperar un segundo le espetó:
-Se suicidó Carla F.
-Cómo? Atinó a decir con un hilo de voz.
-Se suicidó Carla F.
-Los padres estuvieron tratando de localizarte durante el día de hoy porque estaba muy mal y parece que ella quería verte. Luego me llamaron a mí, pero cuando yo llegué, lo peor ya había ocurrido.
Sus compañeros de mesa incluída su mujer, vieron como el color de su rostro iba cambiando hasta quedar tan blanco como el mantel.
Todos o casi todos atinaron a preguntarle que pasaba.
-Nada, no es nada. Un paciente que no anda muy bien.
Se excusó y se levantó para ir al baño.
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miércoles, agosto 16, 2006

Historias con psiquiatras

Monumento al psiquiatra.

viernes, agosto 04, 2006

Historias con psiquiatras

Psiquiatras expulsados del paraíso Bien hecho!!!

sábado, julio 22, 2006

Historias con psiquiatras II





Pregunta..........Tiempo
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Lo lamento.
Ha pasado su tiempo.
No ha podido responder.